La Edad Media fue uno de los períodos más oscuros en la historia de la humanidad. Caracterizado por la violencia, la irracionalidad y el deterioro; el profundo estancamiento de la época medieval se desarrolló durante unos 1000 años, aproximadamente entre los siglos V y XV. Las preocupaciones del ser humano estaban vetadas únicamente al campo de lo divino, el Hombre creía que su breve existencia debía ser dedicada a Dios y especialmente a la institución de la iglesia, lo cual significó enormes desigualdades, sangrientas conquistas y todo lo que ya bien sabemos.
Aunque ese profundo estancamiento se esparció a diversos ámbitos de la
vida del medievo, no fue así en términos de odio y maldad. En la Edad
Media se inventaron algunas de las peores máquinas de tortura que puedan
imaginarse, y es que cuando se trataba de provocar sufrimiento o de
castigar, las luces aparecían de inmediato. Aunque la Ilustración
lentamente fue terminando con todo esto y le trajo a los Hombres nuevas
cosas de las cuales preocuparse, los vestigios de estas abominaciones
quedaron y hoy, con asombro se nos eriza la piel al pensar en el ingenio
que se puso en la invención de esta maquinaria del mal, éstas son las
10 peores máquinas de tortura de la Edad Media.
El toro de Falaris
Uno de los dispositivos de tortura más populares de todos los tiempos.
El toro de Falaris lleva su nombre por Falaris, uno de los más terribles
tiranos de Sicilia. Falaris pidió que le construyeran un nuevo y eficaz
instrumento para la tortura y el asesinato, siendo Perilous el griego
quien no tardó en complacer al tirano. El flamante dispositivo constaba
en un enorme toro de bronce puro, dentro del cual cabía una persona. El
toro tenía una entrada que sólo podía abrirse desde afuera, unos
orificios en la nariz y otros en los ojos de la imagen, dentro se
colocaba a la víctima y debajo del toro se hacía una inmensa fogata que
quemaba viva a la víctima. El toro se calentaba y se enrojecia, salía
humo por los orificios de la nariz y un color rojo brillaba
siniestramente en los orificios de los ojos. Según se cree, el primero
en caer dentro del toro de Falaris fue Perilous el griego, condenado por
el propio Falaris.
El aplastapulgares
Ésta es una de las máquinas de tortura más simples y antiguas que
existen. El aplastapulgares, como no es difícil imaginar, es un
dispositivo de hierro mecanizado que se colocaba en la mano y que la iba
mutilando gradualmente. El mismo se podía ir regulando para aplastar y
destruir primero las uñas, luego los dedos, los nudillos y si así se
deseaba, finalmente la mano entera. Este aparato se le colocaba
generalmente a ladrones, la persona no moría pero sufría un dolor
supremo en sus manos, el aplastapulgares tenía tres barras de metal
dispuestas de forma vertical entre las que se colocan los pulgares,
mientras, una madera maciza se desliza hacia abajo por las barras de
metal y los dedos son aplastados, mediante un tornillo de metal que
aplica cada vez más fuerza.
El potro
El potro se utilizó en muchísimas partes de Europa durante muchos años.
Básicamente, la víctima es colocada en una incómoda cama de madera con
una manivela o una rueda mecánica de metal a la cual se le aplicaban
cuerdas y cadenas que sostenían los miembros y las articulaciones. Al
girar la manivela, las cuerdas se tensaban hasta dislocar cada una de
las articulaciones sujetadas, romper huesos o incluso arrancar la
extremidad.
La rueda
La
invención de la rueda fue una de las más importantes de la historia de
la humanidad, cambió la vida de los Hombres y hoy, cualquier cosa tiene
una rueda. Pero en la Edad Media, las ruedas también se utilizaron para
la tortura. La máquina de tortura conocida como la rueda consistía en
una enorme rueda en la cual se maniataba a la víctima, debajo se
encendía una inmensa fogata y durante horas, se hacía girar la rueda
sobre el intenso fuego, literalmente cocinando a la víctima. Girando
sobre su propio eje, la rueda mantenía la víctima cual pollo al spiedo,
ardiendo lentamente, explotando en un mar de ampollas, humo y sangre.
La estaca y la hoguera
La estaca no es el dispositivo más ingenioso pero si uno de los más
terribles. Se utilizó sobre todo por los inquisidores, a quienes sí se
les antojaba calificar a una persona como hereje: la perseguían para
torturarla y quemarla viva. Tanto los hombres como las mujeres
consideradas brujos y herejes eran colocadas en la estaca, maniatados
fuertemente e incinerados en una enorme hoguera compuesta por grandes
troncos y trozos de madera que se mantenían encendidos durante horas y
horas. La persona era quemada viva frente a los ojos del pueblo entero,
que con desagradable morbo acudía a la quema como si de un espectáculo
se tratase. Esta tortura llegó a practicarse incluso hasta en el siglo
XVII, especialmente en Francia e Inglaterra.
La picota
La picota se compone de dos placas de metal o madera entrelazadas con 3
orificios: uno para la cabeza y los otros 2 para las manos. Las maderas
se ajustaban con un candado y el prisionero colocado allí ya no tiene
forma alguna de escapar. Aunque la picota en sí no podía quitarle la
vida a la víctima, nuevamente se trataba de un vergonzoso acto público y
cuando se colocaba una picota a alguien todo el pueblo era advertido.
En el momento, los pueblerinos se burlaban de éste y lo humillaban
lanzándole todo lo que quisieran, desde frutas o verduras podridas a
animales muertos o materia fecal. De todos modos, en repetidas ocasiones
se lanzaban objetos tan contundentes que provocaban heridas mortales o
quitaban la vida de la víctima de forma instantánea.
La doncella de hierro
Clásico de clásicos, la doncella de hierro es posiblemente la máquina de
tortura más popular que existió y también una de las más aterradoras.
La dama o la doncella de hierro consistía en una gran estructura de
metal, con rostro de mujer, similar a un sarcófago; ésta estructura era
hueca y cabía una persona dentro, pudiéndose colocar en forma vertical.
Dentro, la parte frontal tenía 8 grandes, filosas y mortales púas que
penetraban fácilmente la carne de quien se colocaba allí. Al colocar a
la víctima dentro y cerrar la puerta frontal, otras 13 púas se
introducían en la carne. Cada una de ellas se clavaba en un lugar
estratégico para que al penetrar a la víctima, ésta se mantuviese con
vida, desangrándose dentro lenta y agónicamente hasta la muerte.
La hija del carroñero
Una máquina de tortura medieval que se llama la hija del carroñero no
podría faltar en esta lúgubre lista. Este dispositivo constaba de una
estructura metálica con aros y un sistema de tuercas y tornillos a
través de los cuales, luego de colocar dentro a la víctima, se podía
ejercer la presión suficiente como para ir quebrando todos los huesos
del cuerpo. La víctima era aplastada con una fuerza que entre otras
cosas, rompía las costillas, dislocaba el esternón y rompía lentamente
la columna vertebral como si se tratase de una enorme tenaza en la que
se colocaba a una persona hasta despedazarla. Se ejercía tanta fuerza
sobre el cuerpo que la sangre brotaba por todos los orificios del
cuerpo, los dedos y el rostro. Esta herramienta del mal fue utilizada
sobre todo durante el reinado de Elizabeth I de Inglaterra para torturar
a los protestantes, los traidores de la Iglesia.
La araña de hierro
Cuando el mal, la tortura y el desprecio por la vida se funden con el
sexo y el fetichismo, nada bueno puede salir de allí y si no me crees,
te invito a hacer una lectura de las 120 jornadas de Sodoma del terrible
Marqués de Sade...En la historia, ciertos artefactos de tortura
similares a la araña de hierro son nombrados. Pareciera que los
torturadores de la Edad Media hubiesen guardado los castigos más
horrorosos para las mujeres, no es noticia que estas instituciones
siempre han tenido un especial desprecio por las mujeres, pero los
castigos más crueles estaban destinados a las mujeres, especialmente a
destruir su feminidad. Éste montón de enfermos tenía un particular
fetiche por torturar los senos, los quemaban, les arrancaban los
pezones, les clavaban agujas y luego los arrancaban del cuerpo. La araña
de hierro se utilizaba para éste último fin: se ataba una mujer a un
poste y se le colocaba esta especie de pinza de metal agarrando todo su
seno, luego se aplicaba una enorme fuerza y se le arrancaba el seno por
completo. El mismo que en un momento los supo amamantar.
La pera de la angustia
Si, has leído bien, ahí dice “la pera de la angustia”. Aunque no sepas
de qué se trata, sabes que es terrible y si existió algo peor que la
araña de hierro, fue esta herramienta. La pera de la angustia era el
dispositivo mecánico de tortura pensado para los homosexuales, los
herejes y las brujas. Consistía en una grupo de 4 hojas de metal con una
manivela dentro y un sistema mecánico que permitía extenderlas o
contraerlas, dispuestas de forma tal que cuando estaban contraídas se
veía como una pera. Este artefacto, según la condena, era introducido en
el ano, la boca o la vagina, una vez dentro, la manivela se giraba para
expandir las hojas de metal y estirar la zona hasta desgarrarla desde
el interior. Si la víctima era acusada de homosexualidad, se introducía
la pera en el ano; si era acusada de herejía, en la boca; y si era
acusada de brujería, se metía en la vagina. La víctima no moría, pero no
es muy difícil imaginar el dolor que semejante tortura provocaría en la
persona.
